31 de marzo de 2014

Lluvias de abril



Las aguas de abril todas caben en un barril; pero si el barril se quiebra, ni en el mar ni en la tierra.


Abril es pura primavera, si por primavera se entiende la rápida alternancia de ratos de ambiente delicioso con temperaturas muy agradables con otros donde la tormenta inunda todo con chubascos fuertes, granizo a veces y un molesto frío húmedo. El sol va ya calentando bastante la tierra y ésta cede al aire que está sobre ella energía suficiente para que se eleve y forme esas nubes tipo “coliflor”, esas que los meteorólogos llamamos convectivas. Si en las capas medias y altas de la atmósfera el aire está lo suficientemente frío esas “coliflores” acaban convirtiéndose en cumulonimbos, las nubes de tormenta, que al no disponer todavía de la energía suficiente, colapsan pronto y se desparraman en forma de esos chubascos intensos y granizadas a que antes me refería. Pero el día es ya largo, se ha pasado el equinoccio, las horas de luz son ya más que las de oscuridad, y de este modo, antes de que acabe el día, aún puede salir el sol de nuevo y finalizar la jornada de una forma tranquila y agradable. 

Son éstas, pues, las lluvias de primavera tan deseadas por la gente del campo y en general por toda la sociedad, las que aseguran muchos cultivos y manantiales. Su falta o escasez suponen un verdadero drama sobre todo si el invierno ha sido también seco, algo que, afortunadamente, este año no ha sido así.




Cuando estas lluvias están ligadas al paso de sucesivos frentes atlánticos, suelen ser poco importantes debido a su paso normalmente rápido. Las cosas se complican cuando aparecen embolsamientos fríos en las capas medias y altas de la atmósfera en forma de DANAs más o menos intensas; entonces la inestabilidad se dispara y aparecen por doquier cumulonimbos y tormentas. Como en niveles bajos todavía no suele haber mucha energía disponible, en general estas tormentas son de escasa duración y de precipitación poco importante. Sin embargo, con la misma facilidad que se forman se deshacen y otra vez vuelven a formarse; son las típicas aguas mil y todas caben en un barril del refranero. En cualquier caso, hay ocasiones en que, bien sea por que la perturbación de niveles altos sea más intensa o porque en capas bajas la alimentación de aire cálido y húmedo sea más eficiente, la inestabilidad se hace mucho más marcada y se registran cantidades importantes de precipitación -cuando el barril se quiebra- e intensas granizadas que originan grandes daños. Puede ocurrir también que, por alguna cuestión de pequeña escala, la tormenta se quede anclada en alguna zona concreta -aunque no suele ocurrir mucho en abril- y se registre allí una gran cantidad de precipitación.

En cualquier caso, es en el área Mediterránea donde se recogen ya cantidades más importantes de precipitación, si bien me parece que las cantidades recogidas suelen ser mayores en la mitad norte que en la sur. Así, el 11 de abril de 2002 se registran en un solo día 367,5 mm en Darnius (Girona) en el transcurso de un fuerte temporal de llevant. El 14 de abril de 2007, un temporal de lluvias generado por una borrasca fría afecta a Baleares dejando 273 mm en Fornalutx, 177 en Lluc y 160 en Sóller. También en Baleares, con una DANA situada sobre el centro peninsular, el 22 de abril de 1981 Alaró registra 210 mm. Si nos desplazamos hacia la mitad sur mediterránea las cantidades recogidas son menores. Así, el 15 de abril de 2010 con una borrasca fría sobre el golfo de Cádiz, Manilva, en Málaga, registra 124 mm mientras que también el 15 de abril pero esta vez de 2002 con una DANA sobre Marruecos y levante en superficie San Javier anota 82 mm.

Por tanto, las lluvias importantes de abril, por una parte tan deseadas pero por otro tan temidas en el caso de celebraciones como las de Semana Santa, van muy unidas a DANAs y borrascas frías. Como ya he comentado en otras ocasiones, este tipo de perturbaciones no son las que mejor manejan los modelos y, además,  en primavera es cuando la predecibilidad de la atmósfera es menor. Por todo ello, esas lluvias llevan en su predicción una gran incertidumbre asociada, tanto por lo que se refiere a su ocurrencia espacial como temporal. Es en estas situaciones, aunque no guste mucho, cuando una predicción probabilista es esencial y es la mejor información que puede suministrarse al público.


20 de marzo de 2014

Recomponiendo el puzzle

Hace ya más de un año, el reconocimiento de que el ritmo de aumento de la temperatura global había experimentado una pausa o debilitamiento en los años que llevamos del siglo XXI, originó de nuevo una gran polémica sobre la atribución del calentamiento observado a la acción de los gases de efecto invernadero, que han seguido aumentando claramente durante ese periodo. 

Por supuesto la noticia fue inmediatamente utilizada por algunas organizaciones "negacionistas", sobre todo en Estados Unidos, algo en lo que fueron "ayudados" por el frío y atípico invierno experimentado allí y atribuido a la rotura o descuelgue del mal comprendido vórtice polar. Curiosamente, la polémica provocó la intervención del responsable científico de la Casa Blanca explicando a través de un vídeo breve y muy bien hecho cómo esa situación no negaba el calentamiento, sino que incluso estaba de acuerdo con las teorías sobre cómo el producido en el Polo Norte podía dar lugar a esas alteraciones del chorro polar. 

También los británicos se vieron muy afectados por esa atípica configuración del chorro que ha provocó allí el invierno más lluvioso desde que hay observaciones. Ante ello, su Servicio Meteorológico, el Met Office, en un alarde de rapidez y reflejos, publicó  un magnífico y bien documentado informe, al que me referí en una entrada anterior, y en el que, además de explicar con todo detalle causas y efectos, aclaraba que si bien no podía probarse una vinculación directa con el calentamiento global, al menos buena parte de lo sucedido no estaba en absoluto en contradicción con lo que apuntan las proyecciones climáticas. Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial insistió, y así vuelve a hacerlo en su última nota de prensa, que el calentamiento continúa y que, trece de los catorce años más cálidos han estado en el siglo XXI. Pero naturalmente este enfoque de la OMM no contradice la pausa porque, en principio, esa pausa no se refiere a la no ocurrencia de años muy cálidos sino a una detención o debilitamiento del ritmo de ascenso. Toda esta situación ha quedado bastante bien reflejada en un extenso artículo de The Economist que recomiendo y cuya línea argumental sigo en parte.

Ilustración tomada de The Economist (8 marzo 2014)

En paralelo con toda esa polémica, los científicos han seguido trabajando en varias líneas. Por una parte, se ha revisado la metodología de algunos de los análisis de los datos de temperatura que llevaron a la conclusión de la existencia de la pausa. En un interesante artículo de Kowtan y Way, muy recientemente publicado, se revisan los mismos y se rellenan lagunas de observación -sobre todo en el Ártico- mediante datos de satélites. A partir de esos planteamientos, se infiere que la subida de las temperaturas habría sido de 0,12ºC entre 1998 y 2012, muy por encima del valor de 0,04 atribuido a la pausa y más cercana al de 0,18 observado en los años finales del siglo XX. Por su parte, la NASA también ha revisado los datos del Ártico y ha encontrado un valor de ascenso global de 0, 07ºC. Además, en la línea de análisis de los datos de los últimos años, en otro artículo publicado el pasado mes de febrero en Nature Climate Change por  Sonia I. Seneviratme y otros se muestra cómo durante estos años de "pausa" se han incrementado en el mundo los episodios de calor extremo.  

En cualquier caso, y asumiendo que el ascenso de la temperatura terrestre al menos no ha 
sido tan acusado como en el final del siglo pasado, las investigaciones se centran en averiguar donde va ese calor, ya que las medidas muestran que el balance radiativo de la Tierra sigue siendo positivo, es decir, recibe más energía que la que emite. Todo apunta al crucial papel jugado por los océanos y muy especialmente por el Pacífico como inmensos acumuladores del mismo. Parece que en situaciones tipo "La Niña", el océano lo absorbe y en las de tipo "Niño" lo libera a la atmósfera incrementando la temperatura de ésta. Pues bien, en los años que llevamos del siglo XXI, ha habido un predominio de "Niñas" lo que podría haber dado lugar a un enfriamiento del aire, algo que explicaría la pausa, al menos parcialmente. La relación de todo ello con la Oscilación Decadal Pacífica está muy bien argumentada en este otro artículo de Trenberth. Y en una línea muy en conexión con ésta se mueve este  otro de Matthew H. England. Parece por tanto bastante claro el papel del Pacífico y sus ritmos en el origen al menos parcial de la pausa. Así, fenómenos "Niño", tal como el que parece esperarse a partir de la segunda mitad de este año, podría llevar a esa liberación de calor. Veremos qué sucede.

Además, se siguen también otras líneas de investigación muy interesantes relacionadas con el complejo papel de nubes y aerosoles, tal como la mostrada en este artículo de David Rossenfeld. Y por supuesto, se sigue estudiando la posible influencia de la actividad volcánica de los últimos años así como la de la baja actividad solar a la que no parece atribuírsele un papel muy significativo. 

Por tanto, de todo lo anterior puede resumirse que, si bien la existencia de un debilitamiento del ritmo de ascenso de la temperatura mundial parece claro, su intensidad sería menor de lo que en principio se había calculado y además se empiezan a descubrir sus posibles causas; causas que, en caso de ser ciertas, implicarían que en cualquier momento el ritmo de ascenso podría volver a incrementarse.

Pero junto con la amplia dedicación de los científicos a todos estos temas, cada vez son mas las voces que reclaman la dedicación de una parte significativa de su tiempo a explicar mejor todo ésto a políticos y sociedad en general. Muy significativas a este respecto son las recientes declaraciones de Christiana Figueres, la responsable de la próxima Cumbre del Clima en 2015 que pide a los científicos que dejen de utilizar "palabras raras" en sus explicaciones y que se tenga cada vez más en cuenta "poner un rostro humano" en todo ello si se quiere convencer a la sociedad de la realidad del cambio. También un reciente y muy interesante editorial de Nature Climate Change apunta a ello. Esperemos que sea así en beneficio de todos.