5 de marzo de 2015

Tras la riada: Muchas preguntas y alguna reflexión


Este es un artículo más de interrogantes y preguntas que de certezas y claridades. Sólo pretende contribuir a la reflexión colectiva tras la riada. Si es así, habrá sido útil.


Foto: Raul Baza Navarro a través de Twitter

Aunque las aguas van bajando, no cesa aún la polémica sobre las causas de la gran riada del Ebro y, sobre todo, cómo prevenirlas o atemperarlas en el futuro. Mientras la población afectada parece decantarse mayoritariamente por la limpieza y dragado del cauce, los hidrólogos, geógrafos y ecologistas, también en su mayoría, piensan que es mejor respetar el ecosistema del río y dar salida natural a las posibles avenidas salvaguardando por supuesto las poblaciones, pero promoviendo al tiempo bosques de ribera y respetando llanuras de inundación. Admiten que eso supondrá en algunos momentos conceder indemnizaciones o hacer frente a la reparación de daños. Pero, aún así, consideran que eso será siempre mejor que tratar de corregir al río más de la cuenta, o hacer peligrar su ecosistema, algo que a medio a largo plazo daría lugar a más problemas y pérdidas.

Como no soy experto en estos temas, mi opinión a este respecto no sería muy útil en este debate. Lo que sí me permito recordar, tras haber estudiado y conocido por mi profesión muchas situaciones de inundaciones y riadas, es que, cuando las precipitaciones son intensas y extensas, los ríos, no es que reclamen, es que invaden su cauce natural así como sus zonas de expansión de siempre. 

Pero, hablando de precipitaciones intensas y extensas, quiero plantear algunas consideraciones meteorológicas y climatológicas en relación con este episodio para contribuir al intercambio de opiniones y criterios que ya se está produciendo y que debe necesariamente desembocar en un estudio profundo, serio y, sobre todo, coordinado

A mi juicio, lo primero de todo es considerar la procedencia del agua que dio lugar a la gran avenida. Parece claro que la mayor aportación debió llegarle al Ebro a través de sus afluentes Ega y Arga que recogerían las intensas lluvias de los días previos en Navarra y País Vasco, así como agua procedente de algún deshielo del Pirineo navarro. Lo que me pregunto es si también contribuyó la procedente del deshielo de las amplias nevadas de primeros de febrero en la cabecera del Ebro, y sobre todo del Alto Campoo. Son caudales recogidos en el embalse del Ebro y al encontrarse éste, según datos muy recientes del SAIH, casi al límite de su capacidad, supongo que tendría que aliviar agua. Es interesante saberlo para ver si en realidad han sido los dos grandes episodios de precipitación los que han contribuido  a la avenida o ha sido básicamente el último. 

En este mapa publicado por AEMET puede verse el porcentaje de la precipitación acumulada en febrero respecto a la normal del periodo 1981-2010. Se observa como en gran parte de la franja norte se supera el 200 por ciento y en algunas zonas incluso el 300 por ciento. 
Vamos a detenernos ahora en estos dos grandes episodios de precipitación de febrero, si bien en la franja norte ésta fue significativa durante la mayor parte del mes. Por un lado llamó mucho la atención las importantes nevadas de principios de mes en el norte de Palencia y de Burgos y sur de Cantabria, con unos espesores que no se recordaban desde hace muchísimos años. Se ha llegado a considerar incluso que puede haber sido la mayor nevada en la zona desde la famosa nevadona de febrero de 1954, pudiendo incluso haberse quedado muy cerca de sus valores. Desde luego, la vía ferroviaria por Pajares hacía también muchos años que no había quedado interceptada de este modo, aunque es verdad que en ello han podido intervenir también otras circunstancias que no vienen al caso. Y poco tiempo después aparecen estas grandes precipitaciones del País Vasco y Navarra (y por supuesto en la mayor parte de los Pirineos). 

¿Pueden considerarse estos episodios tan intensos y seguidos como "normales" en el marco de la climatología de esta zona? ¿Forman parte de una tendencia, o no parece que sea así? Y, si han sido extraordinarios (me refiero fundamentalmente a la concatenación de uno tras otro), ¿lo ha sido también la situación meteorológica que los ha originado? ¿Era un chorro  (o chorros) con alguna característica sobresaliente?... El aire de capas bajas y medias ¿tenía un contenido de humedad mayor que en otras ocasiones? ¿Podría tener esta situación alguna similitud, o algún punto de contacto, con las que afectaron a Gran Bretaña y buena par del Atlántico norte el pasado invierno? Creo que las respuestas a éstas y algunas otras cuestiones -en las que estoy seguro que AEMET estará trabajando- pueden constituir una información muy valiosa para futuras actividades de predicción, vigilancia y avisos. Ha sido una situación realmente importante por muchos motivos y es fundamental a mi juicio aprender de ella todo lo posible.

Otra cuestión significativa desde el punto de vista meteorológico, sería conocer cómo se han comportado los modelos numéricos de predicción de precipitación que, a su vez, alimentan a los modelos hidrológicos. Es sabido que las situaciones de precipitaciones muy intensas pueden no ser muy bien simuladas por estos modelos. ¿Funcionaron bien? ¿Lo hicieron unos mejor que otros? ¿Qué conclusiones podrían obtenerse de cara a su mejora? Sería muy importante conocerlo. Y, hablando de modelos hidrológicos...¿tiene el SAIH del Ebro medidas en tiempo real de espesores de nieve y de su ritmo de fusión en la Cordillera que alimenten esos modelos?  A este respecto, resultan preocupantes estas declaraciones de un ingeniero en el Periódico de Aragón a las que supongo que la Confederación del Ebro responderá y aclarará. 

Veamos ahora una cuestión que ya ha pasado por las cabezas de algunos periodistas, y de algunos otros que no lo son: ¿Tiene alguna relación esta situación con el cambio climático? Probablemente, un episodio aislado de este tipo pueda entrar dentro de la variabilidad natural. Dos o más tan seguidos, y con una acumulación tan extraordinaria de precipitación, ya parece un poco más extraño, aunque, como apuntaba antes, habría que estudiarlo. Hasta hace tres o cuatro años no se habían desarrollado metodologías para determinar la posible atribución de un determinado fenómeno de gran adversidad al cambio climático, pero ahora ya lo están. Cabe recordar a este respecto el rápido y eficaz estudio que hizo público el Met. Office británico en relación con su atípico invierno 2013-14 y al que hice referencia en esta otra entrada. Del mismo modo, creo que este episodio que nos ocupa sería interesantísimo utilizarlo para un estudio de ese tipo. Esperemos que AEMET y/o algunos departamentos universitarios se animen a ello.

Y para acabar, y hablando de cambio climático, está claro que para la planificación de futuras acciones en la Cuenca del Ebro hay que contar con lo que nos dicen las proyecciones de cambio climático para la zona. En principio, parecen apuntar a una cierta disminución de precipitaciones pero me temo que, aún siendo esa información importante, se queda corta para la planificación de determinadas acciones en la cuenca. Para saber cómo se va a comportar el río en el futuro sería  importante conocer, sobre todo, frecuencia e intensidad de las precipitaciones. Y eso depende mucho de los tipos predominantes de circulación atmosférica a los que el cambio climático pueda dar lugar. Creo que es algo que conocemos aún muy poco. 

En fin, puede que sea un episodio más de los típicos que acaba originando riadas en el Ebro, pero puede que no. Por tanto, no podemos descuidar la realización estudios específicos, no podemos descuidar la investigación, ni tampoco el uso más eficaz de las nuevas técnicas meteorológicas para predicción y vigilancia de fenómenos adversos tanto en su vertiente meteorológica como hidrológica. En un clima tan irregular como el nuestro, nos va mucho en ello. 


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