22 de febrero de 2016

Eugenio Martín Rubio: la desaparición de un pionero.


Eugenio Martín Rubio, el segundo "hombre del tiempo" español, falleció ayer 21 de febrero en Alicante

Cuando en la familia meteorológica española todavía no nos habíamos repuesto de la desaparición de ese excelente meteorólogo y climatólogo que fue Antonio Mestre, nos llega ahora la noticia del fallecimiento de Eugenio Martín Rubio, el "segundo hombre del tiempo" español tras Mariano Medina. En su recuerdo y como agradecimiento a Eugenio, con el que he tenido la suerte de mantener una cariñosa amistad desde mis catorce años hasta ahora, retomo ahora algunos párrafos de la entrada que le dediqué en este blog hace casi cuatro años:

Eugenio Martín Rubio, en una de sus diarias apariciones en Televisión Española

Eugenio Martín Rubio fue el segundo “hombre del tiempo” tras Mariano Medina y se convirtió en una persona muy conocida y apreciada por los españoles durante las décadas de los 60, 70 y principios de los 80.

Mis recuerdos de Eugenio se remontan a mediados de los 60 cuando le veía todas las noches en el telediario y además los lunes -haciendo doblete- en un entrañable programita que se llamaba “El tiempo para el campo” junto a otro querido meteorólogo, Lorenzo García de Pedraza  y con unos sugerentes dibujos de Summers.  Como en aquella época a mí ya me había picado la mosca de la meteorología, se me ocurrió escribirle diciéndole que me dibujaba mis propios mapas del tiempo y que me gustaría que me aconsejara sobre el camino a seguir para ser meteorólogo.  Unos meses después me contestó y me dijo que -ya que parecía que yo estaba más loco que él- me fuera a visitarlo a la oficina meteorológica de Barajas. Allí me acogió maravillosamente y dio comienzo una amistad que aún perdura.

Eugenio era y es una persona cercana, cariñosa, ocurrente, excelente comunicador y con un buen punto humorístico. Si en aquellos tiempos de los primeros “hombres del tiempo” Mariano Medina aparecía con una imagen científica y profesoral, Eugenio era la espontaneidad, la narración coloquial de lo que acababa de ver en la calle relacionado con la meteorología o de lo que le había comunicado un piloto recién llegado de un vuelo transoceánico. Su forma de contar las evoluciones atmosféricas era por tanto distinta pero complementaria a la de Mariano y entre ambos ofrecían a los telespectadores una visión muy integradora de la meteorología de aquel tiempo. Fue precisamente  su desparpajo y  campechanía lo que le llevó a apostarse el bigote si al día siguiente al que estaba dando la predicción no llovía en España tras un largo periodo de sequía. Llover llovió, pero con un ligero retraso sobre el plazo previsto. Y Eugenio apareció sin bigote en la tele aquella siguiente noche. Era enero de 1967.

En alguna de las múltiples competiciones aeronáuticas en las que participaba (Foto: www.jjbenitez.com)

Eugenio ha sido siempre un gran enamorado de la atmósfera y la ha vivido estudiándola, prediciéndola y “estando” en ella. Ha conocido por dentro corrientes en chorro, tormentas, engelamientos  o turbulencias y ello tanto en las cabinas de aviones comerciales junto a las tripulaciones, en pequeñas avionetas dando la vuelta a España, en múltiples travesías en globos o en veleros practicando el vuelo sin motor o en cualquier otro tipo de aerostato o "aerodino". De hecho él fue uno de los fundadores y organizadores de muchas de estas actividades en España y me consta que, al igual que hizo conmigo en la meteorología, también ayudó y animó a otros chavales jóvenes a abrirse camino en estos campos.

Hace unos días tuve la ocasión de visitarle de nuevo junto a Jose Miguel Viñas en su casa de Alicante que es, a la vez, todo un museo de sus múltiples actividades. Con sus 88 años, Eugenio sigue siendo el que siempre fue. Pasamos unas horas deliciosas, llenas de anécdotas, de recuerdos de nuestra historia meteorológica y aeronáutica y de tantas otras actividades a las que aún tuvo tiempo de dedicarse como, por ejemplo, la reparación y conservación de coches antiguos. Y todo ello vivido, más que contado, con su sencillez y su humor de siempre. 

En la visita que José Miguel Viñas y yo le hicimos en su casa de Alicante hace tres años

Ahora ya, tras sobrepasar la barrera de los 90 años, Eugenio se ha marchado definitivamente. Mi última conversación con él fue hace un par de meses y aunque ya cansado y debilitado su única queja era que el estado de su vista no le permitía leer ni escribir. Era algo que, además de hacerle sentir muy dependiente, le entristecía porque su cabeza seguía estando tan lúcida como siempre. Su recuerdo y su forma de contar la meteorología queda con nosotros. Y, en mi caso, permanecerá siempre el agradecimiento y el cariño a ese maestro que se tomó muy en serio los sueños de un chaval de catorce años.

¡Hasta siempre, Eugenio!


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