27 de septiembre de 2016

Fenómenos adversos: menos sensacionalismo, mejor comunicación y más probabilidades

En los últimos días han aparecido dos publicaciones relacionadas con los fenómenos atmosféricos adversos que, si bien tratados en contextos muy distintos, creo que merecen atención y reflexión aunque se pueda estar o no de acuerdo con sus planteamientos. 

La primera es un artículo publicado muy recientemente en la revista Weather, Climate and Society que lleva por título "Atmosfear: Communicating the efects of climate change on extreme weather" (algo así como "Atmosfear: la comunicación de los efectos del cambio climático sobre el tiempo adverso). Los autores son dos profesores de la Universidad de Manchester y, aunque sólo he tenido acceso al resumen del articulo, queda claro que pretenden alertar sobre un posible exceso mediático en la vinculación de los fenómenos adversos con el cambio climático; y en ese contexto acuñan el término "atmosfear" que sólo se me ocurre traducirlo como "miedo a la atmósfera".  Estiman los autores que un abuso en la relación entre ambos conceptos simplifica excesivamente el complejo problema del cambio climático; que la gestión de los fenómenos adversos debe hacerse con otro tipo de medidas más allá de las políticas de emisión de contaminantes y que los daños causados por el cambio climático pueden ser menores que los originados por una mucho mayor exposición y vulnerabilidad de la sociedad a ellos.

Creo que las ideas del artículo -al menos tal como vienen expuestas en su resumen- son discutibles y en ese debate entra el Washington Post en este interesante artículo. En cualquier caso están en conexión con algo a lo que ya me he referido en otras ocasiones: el excesivo espacio y énfasis que se da en muchos medios a bastantes fenómenos atmosféricos cuyo nivel de adversidad -si ha existido- ha sido mínimo, así como el peligro de incidir excesivamente en su vinculación con el cambio climático, sin esperar a estudios que corroboren o no esa hipótesis. Ello contrasta desgraciadamente con el poco -casi nulo- tiempo que se dedica a conseguir una buena comprensión de los avisos, de sus potenciales impactos y de las posibles medidas a tomar.  Y no digamos a una explicación clara y lúcida sobre la realidad del cambio climático y sus efectos.

La segunda publicación a que me refería es otro artículo aparecido esta vez en la página web "The weather social" integrada por un grupo de meteorólogos norteamericanos. Se trata de una lúcida e interesante reflexión sobre cómo manejar la información sobre posibles huracanes y sus efectos dada por los modelos numéricos con varios días -o incluso alguna semana- de antelación, en un mundo dominado por una comunicación inmediata, totalmente abierta y rápidamente perecedera. ¿Cómo prevenir en ese contexto la información errónea, los falsos mensajes, las malas interpretaciones?

Creo que se trata de un planteamiento muy importante y más cuando el Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo se plantea como uno de sus objetivos principales a alcanzar en el plazo de los próximos diez años, la predicción de fenómenos de alto impacto con dos semanas de antelación. Sin embargo, el Centro añade a ese objetivo algo a lo que no se hace ninguna referencia en el artículo de "The weather social" y que me parece absolutamente básico: esa predicción se hará con un enfoque probabilístico. 

Es algo con lo que coincido plenamente. No creo que los Servicios Meteorológicos deban ocultar cualquier información que den los modelos operativos de predicción. Mi opinión es que siempre hay que dar la mejor información disponible desde el punto de vista científico y, en el caso de las predicciones, ello incluye necesariamente la información sobre la probabilidad de ocurrencia explicada con mucha claridad e incluso con la disposición de ayudas audiovisuales muy didácticas sobre su interpretación.

Es verdad que la disposición de la información con tanto tiempo de anticipación puede originar -tal como apunta el artículo norteamericano- un descontrol en el flujo de la información. Sin embargo, eso no puede ser motivo para no difundirla porque, entre otras cosas, acabará circulando -y más descontrolada aún- de un modo u otro. Esta es una cuestión donde los psicólogos sociales y los expertos en comunicación pueden colaborar intensamente con los Servicios Meteorológicos reflexionando e investigando sobre cómo difundir los mensajes para ser comprendidos y poco manipulados y cómo y por donde deben llegar a los potenciales afectados.

Estamos avanzando mucho en las técnicas de predicción y en la utilización masiva de las redes sociales, pero todo ello mejorará muy poco el servicio público si no se dan pasos decididos para conseguir una mayor empatía con el público y, a partir de ahí, establecer un relato claro y asequible desde la verdad científica y con la comunicación más adecuada. ¿Estamos dando pasos en esa dirección? Por que si no lo hacemos, ¿tiene sentido tanto dinero invertido y tanto esfuerzo de investigación?

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