29 de diciembre de 2017

Meteo 2017: Hechos y opiniones

Se acaba un año pródigo en acontecimientos meteorológicos. De varios de ellos me he ocupado en este blog, bien desde un punto de vista analítico, o desde las preguntas y retos que con frecuencia nos han planteado. 

Si damos un rápido vistazo a las entradas de 2017 nos encontramos para empezar con el fuerte temporal de nieve en la Comunidad Valenciana y zonas del bajo Aragón en enero, con graves problemas originados en el tráfico ferroviario y automovilístico y que destacó, entre otros aspectos, por su actividad convectiva y la aparición de algunas posibles lluvias engelantes, extremo éste que quedó sin determinar claramente. 




A mediados de marzo destacaron los fortísimos vaivenes térmicos con caídas de 12 a 14ºC en 24 horas y algunas precipitaciones muy significativasEn este contexto es impresionante el caso de Alicante que pasó de batir el récord de temperatura máxima de marzo y abril con nada menos de 34,8ºC en su aeropuerto a alcanzar, tres días después, otro récord: el de máxima precipitación en 24 horas, con 137 mm, algo verdaderamente significativo ya que las lluvias mediterráneas más intensas siempre las hemos atribuido al periodo otoñal.

Ya en junio nos sorprendió con una fortísima ola de calor -no sólo en España sino también en buena parte de Europa- que batió muchos récords y que no hizo sino seguir confirmando los estudios que indican que el verano le va robando días a la primavera.



 Julio tampoco se quedó atrás en temperaturas máximas de modo que Córdoba alcanzó la máxima absoluta nacional con 46,9ºC el 13 de julio, algo que provocó un gran debate sobre la obtención y validación de temperaturas en los distintos observatorios de la red secundaria donde, al parecer, se registró algún valor todavía más elevado. 



Pero julio también tuvo en su comienzo unos días de fuertes tormentas con crecidas relámpago en algunos torrentes que originaron algunas víctimas mortales, de modo que volvió a plantearse la eficacia en la difusión de los avisos de fenómenos adversos. 

Justo en su comienzo, agosto nos proporcionó un nuevo episodio de altas temperaturas que afectó al área mediterránea con la aparición de algunos fenómenos locales que intensificaron más si cabe el efecto de la propia entrada cálida. Fue muy destacable en esta situación la gran extensión meridional de la estrecha vaguada en cuya zona delantera se produjo la advección cálida. 

Imagen de Meteosat canal WV del 1 de agosto

En octubre nos sorprendió la trayectoria del huracán "Ophelia" pero sobre todo su mantenimiento como tal huracán hasta latitudes muy elevadas así como su posible relación, más o menos directa, con los fortísimos incendios forestales que se registraron coincidiendo con su paso -aunque a cierta distancia- en Portugal y Galicia. Una cuestión -la de esta posible relación, no sólo por viento- que, como ya indiqué en la entrada correspondiente, creo que debería estudiarse más a fondo.

A las 19 UTC del 15 de octubre, cuando los incendios surgían con gran intensidad en el noroeste peninsular. Ophelia pasaba cerca de Galicia y provocaba sobre estas zonas una notable entrada de aire tropical al menos en la troposfera media, con un claro aumento del viento en superficie. 

Y ya, en diciembre, la novedad ha sido el inicio del bautismo de borrascas intensas habiendo recibido hasta ahora a "Ana" y "Bruno", que no han dejado de ser las típicas borrascas, sobre todo muy ventosas, del principio del invierno. Como decía en la entrada correspondiente, bienvenida la decisión de bautizar si éste es el acuerdo de tres Servicios Meteorológicos si bien sigo pensando que debería ser una decisión de la OMM. En cualquier caso creo que sigue existiendo el riesgo de que se asocien biunívocamente nombres y peligrosidad. 

Pues bien, en el contexto de todas estas situaciones he ido expresando mis opiniones sobre aquellas cuestiones que a mi juicio deberían abordarse para lograr un mejor servicio público en un sentido amplio. En cualquier caso, ahora, a punto de finalizar el año, me quedo con dos de ellas que me parecen fundamentales. 

Por una parte, y como tantas veces he apuntado, creo muy importante la revisión en profundidad del Plan de Avisos Meteorológicos o Meteoalerta.  Pienso que esa revisión debería abordarse desde un punto de vista multidisciplinar para mejorar sobre todo la determinación de los umbrales de aviso y asegurar la mejor difusión y comprensión de los mensajes. Es un servicio público fundamental que no es sólo responsabilidad de AEMET, aunque sea "el actor" principal, sino también de las Protecciones Civiles, expertos en gestión del territorio, psicólogos sociales y comunicadores. 

Por otro lado, algunas de las situaciones atmosféricas que se han producido enmarcadas en el contexto de una tendencia ya observada durante varios años, hacen pensar en cambios en las circulaciones a gran escala que afectan a la Península. Estudiar -y explicar- la mayor o menor relación de ellas con el calentamiento global, así como la evolución que cabría esperar en esas circulaciones atmosféricas -polares y subtropicales-, y su impacto en nuestra vida, me parece también de gran importancia.

Y antes de finalizar, no quiero dejar de señalar algo que me resulta muy positivo y es la mayor accesibilidad gratuita a productos del Centro Europeo tanto a través de las webs de AEMET y Tiempo.com. Además, y aún con las dificultades que subsisten, el uso y la comprensión de los productos probabilísticos  por parte de los aficionados va creciendo lentamente, así como su presencia -todavía muy discreta- en algunos espacios  de información meteorológica. Al menos para mí, es un avance significativo. 

Y ahora ya esperemos la evolución de todo ello en 2018....y las nuevas sorpresas de la atmósfera. Mientras tanto, mis mejores deseos para todos los amigos y seguidores de este blog en este nuevo año.

9 de diciembre de 2017

Recibiendo a "Ana"

En varias ocasiones he expresado mi opinión contraria al hecho cada vez más extendido de "bautizar" con nombres propios a borrascas intensas o con potencial peligrosidad con el fin -se dice- de llamar más la atención del público sobre los riesgos asociados. He justificado esa opinión por dos razones. La primera, por la posibilidad de que se asocie necesariamente nombres con peligrosidad, de tal modo que, sí una borrasca u otro fenómeno atmosférico no lo tiene, se pueda bajar la guardia al suponer que no se van a producir fenómenos adversos. Es algo parecido a lo que ocurrió hace unos años en Estados Unidos con "Sandy" cuando dejó de ser "Sandy" o el ejemplo de aquí mismo con la asociación entre "gotas frías" e inundaciones, asociación que, aún dándose en ocasiones, no se verifica siempre ni en uno ni en otro sentido. La segunda razón estaba basada en mi convencimiento de que una decisión de este tipo debe adoptarse en el seno de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) con unos criterios y normas que afecten a todos los Servicios Meteorológicos, y a las que podrían incluso sumarse algunas empresas privadas de meteorología que también han decidido utilizar esta práctica. 

La verdad es que esperar a que la OMM tome una decisión en este aspecto implica aguardar pacientemente, incluso años, dada el complejo funcionamiento de una estructura de este tipo y la necesidad de buscar consensos ante opiniones muy distintas. Quizás sea esa razón, junto con la de que no quede una iniciativa de este tipo en manos de organizaciones privadas, la que ha llevado a AEMET, Météo-France y el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera a establecer un acuerdo para nombrar a borrascas de especial peligrosidad con nombres propios. En él, se establecen unos criterios conjuntos de funcionamiento, y también una coordinación con los Servicios Meteorológicos de Gran Bretaña y de Irlanda que ya utilizan esta práctica desde hace algún tiempo. Se pretende, además, ir extendiendo esta iniciativa al resto de Servicios europeos.

Si bien sigo todavía sin ver la utilidad real o el beneficio de una acción de este tipo más allá de un primer impacto mediático, creo que, una vez tomada la decisión, los criterios establecidos son bastante adecuados y prácticos. Quizás, como ya pasó en el caso de los avisos meteorológicos agrupados en Meteoalarm, sea una demostración de este tipo a nivel europeo, y la constatación de su posible eficacia, lo que abriría camino a la iniciativa de la OMM a escala mundial. En cualquier caso creo que habrá que hacer hincapié en que el hecho de que una borrasca no lleve nombre no quiere decir necesariamente que haya que bajar la guardia ante ella y a eso va a ayudar desde luego que en estas situaciones siempre tienen que darse en paralelo con avisos rojos o al menos naranjas. Y ésto es, si cabe, aún más necesario teniendo en cuenta que, al menos en principio, sólo recibirán nombre las borrascas atlánticas y no las mediterráneas. 

Pues bien, nada más puesta en vigor esta iniciativa (lo ha sido el 1 de diciembre) ya se presenta la primera aplicación práctica en una época climatologicamente muy adecuada como es el inicio del trimestre invernal. A partir de mañana domingo se pone en marcha un proceso de ciclogénesis explosiva que va dar lugar a una borrasca muy profunda, con paso rápido por el Golfo de Vizcaya hacia el interior europeo, que va a provocar vientos muy fuertes, temporal duro en la mar y lluvias copiosas en algunas zonas. De acuerdo con la lista consensuada de antemano, ya tiene nombre: "Ana" y así figura ya en algunos productos de los Servicios Meteorológicos afectados. AEMET ya la denomina de este modo en su último aviso especial  o en su mapa de superficie previsto para las 00 UTC del próximo lunes:
Mapa de presión en superficie previsto por AEMET para las 00 UTC del próximo lunes. "Ana" aparece en el golfo de Vizcaya.
También lo hace el Servicio Meteorológico portugués en este comunicado especial . Por su parte, Météo France, aún haciendo ya referencia a esta situación no parece que aún haya hecho referencia explícita a "Ana" aunque pueda hacerlo en cualquier momento.  Por su parte, en los mapas del Met. Office británico no aparece aún esta denominación:

Mapa de presión en superficie previsto por el Met. Office para las 00 UTC del próximo lunes. Como no puede ser de otra manera es casi idéntico al emitido por AEMET aunque, al menos hasta ahora, a la borrasca del golfo de Vizcaya no se la distingue con ningún nombre. 
Por otra parte, tengo curiosidad por conocer cuál será la decisión adoptada por el departamento de Meteorología de laUniversidad Libre de Berlin que lleva ya muchos años bautizando borrascas y anticiclones de acuerdo con una lista propia. ¿Será respetada la denominación de "Ana"?

En fin, aunque sigo siendo algo escéptico, acojo con mucho interés esta iniciativa y deseo que se vaya demostrando su utilidad. Recibimos pues a "Ana" por una parte con alegría por las lluvias y nieves que pueda traer, y con preocupación por otra, por los posibles destrozos y problemas que el viento pueda ocasionar. Esperemos que no sean tan graves como, al igual que en el caso de los huracanes muy dañinos, se decida quitar su nombre de sucesivas listas, algo que podría llegar a plantearse en alguna ocasión con este tipo de borrascas. De momento, tras Ana, llegará "Bruno" aunque aún no atisbamos su nacimiento. 







27 de noviembre de 2017

Dos cabalgan juntos (O cómo obtener lluvia del modo que sea)

Mientras seguimos esperando una bajada en bloque del chorro polar que nos traiga un temporal de lluvias atlánticas, o una dana colocada en el lugar adecuado para generar una adecuada situación de lluvias mediterráneas, y con un poco de suerte, también atlánticas, buena es cualquier situación que, mediante un mecanismo u otro, nos regale la deseada precipitación. Pues bien, una de ellas, que no es de los más corrientes, es la que va a tener lugar durante las últimas horas del martes y el miércoles y  podría dar lugar a lluvias, algunas significativas, en la mitad sur peninsular.

Comencemos viendo la imagen del canal de vapor de agua de Meteosat de primera hora de esta mañana. 

Imagen del canal de vapor de agua de Meteosat de hoy, a las 09 UTC. Son de destacar las dos amplias bandas de carácter tropical-subtropical fluyendo casi paralelamente. La más oriental corresponde al chorro subtropical mientras que la más occidental está provocada en buena medida por la circulación asociada a la baja atlántica. 

Destaca con toda claridad la amplia borrasca atlántica situada al suroeste peninsular y la amplia banda de la circulación tropical-subtropical que, por su flanco delantero, se dirige, subiendo poco a poco de latitud, hacia la Península. Si bien la imagen refleja la gran humedad existente entre los 500-600 hPa aproximadamente, la que muestra el agua total precipitable - que de algún modo nos marca la intensidad y recorrido de los denominados "ríos atmosféricos"- nos indica que esa circulación contiene globalmente mucha humedad. Es la que, en combinación con un mecanismo adecuado como ascensos verticales dinámicos, o choques con obstáculos orográficos, puede dar lugar a esas cantidades significativas de precipitación.



Pues bien, a partir de mañana ese "río" va a enfocarse más hacia el sur-suroeste peninsular y la cuestión que cabe preguntarse ahora es sí va a encontrarse con un mecanismo -aparte de los orográficos- que provoque ascensos que, a su vez, sean capaces de generar espesas nubes precipitantes. Pues parece que sí, vamos a buscarlo.

En la zona norte de la imagen de Meteosat empieza a destacarse, aunque todavía se ve con dificultad, una zona oscura sobre Gran Bretaña que va unida a la formación de una vaguada del chorro polar. Esa vaguada se va a ir profundizando más, al tiempo que el chorro, en cuyo seno se encuentra, va a descender de latitud encontrándose ya mañana por la noche sobre el área Cantábrica. Va a ir acompañada por un frente frío en superficie que recorrerá la Península de norte a sur durante la noche del martes al miércoles y el propio miércoles.

Este mapa nos muestra las posiciones e intensidades de los chorros al nivel de 300 hPa a primera hora del miércoles 29. Puede observarse al chorro polar sobre el norte peninsular y, por otra parte, a un ramal de la circulación subtropical que rodea a la baja atlántica y que ha remontado desde el suroeste curvándose anticiclónicamente. Es importante el acercamiento entre ambas circulaciones.

Por sí misma, esta situación daría precipitaciones abundantes de lluvia y nieve en las áreas Cantábrica y pirenaica, mucho más débiles en otros macizos montañosos de la mitad norte y de forma ya muy aislada y casi testimonial en algunas de las sierras béticas. Sin embargo, en este caso, la masa de aire frío del frente, se va a encontrar en el tercio/mitad sur peninsular con el aire húmedo arrastrado por la circulación subtropical. Ese aire frío, al ser más denso, entraría en cuña bajo el aire húmedo y lo levantaría potenciando la formación de nubes. En ese proceso también ayudan los ascensos verticales que normalmente acompañan a zona delantera de la vaguada en altura. Todo ello es ya de por sí suficiente para que se generen precipitaciones; pero hay algo más.

Sin que la circulación subtropical parezca que sea un chorro potente -aunque eso se vería mejor en el nivel de 200 hPa- vemos que los mapas previstos de chorros para el miércoles sí nos muestran el acercamiento del chorro polar a la circulación subtropical. Llegan, no tanto a confluir sus núcleos principales -porque el subtropical suele encontrarse por encima del polar-, sino probablemente a superponerse uno sobre otro y, en cualquier caso, reforzando la intensidad del chorro polar o, ahora, chorro superpuesto (jet superposition o superposed jet en la literatura anglosajona). Debo confesar -y por eso he puesto el título que he puesto- que cuando me encuentro con ese discurrir conjunto de ambos chorros siempre me acuerdo de aquella estupenda película del oeste dirigida por John Ford titulada "Dos cabalgan juntos".

Durante la tarde del miércoles, la circulación del chorro polar ha confluido con la subtropical apareciendo sobre el sureste peninsular un máximo relativo de viento. La zona de "entrada" con curvatura anticiclónica se encuentra sobre el suroeste peninsular e irá acompañando al máximo en su desplazamiento hacia el norte de África. 

Pero ¿que nos puede aportar esa "cabalgada" conjunta?. Pues, como ya hemos visto, una intensificación de una zona del chorro, un máximo de viento que se iría propagando desde el suroeste por el sur peninsular. Es bien sabido que la zona delantera del lado ciclónico de un máximo de viento -zona normalmente difluente- suelen darse marcados ascensos del aire pero, sin embargo, quizás sea menos conocido que también se dan ascensos en esa zona anticiclónica trasera "de entrada", que acompañaría al máximo de viento en su recorrido por el sur. 

Por tanto, como vemos, existen varios potenciales mecanismos que podrían dar lugar a precipitaciones significativas en zonas de la mitad sur, siempre que haya una interferencia "constructiva" más que "destructiva" entre unos y otros. En cualquier caso, potencialidades para algunas precipitaciones interesantes existen.

Precipìtación acumulada desde hoy hasta el próximo jueves, día 30, a las 06 UTC. Pueden verse dos zonas claramente diferenciadas: la del norte, debida a la entrada del aire polar y la de la mitad sur, consecuencia en buena medida de la interacción entre la circulación polar y subtropical y sus masas de aire asociadas. 

A partir del jueves-viernes, esa "cabalgada conjunta" se alejará por el Mediterráneo-norte de África mientras que la Península y Baleares quedaran ya bajo la circulación del chorro polar. Éste, junto con el frío, nos regalará de nuevo nevadas en las áreas cantábrica y pirenaica,  más débiles  y dispersas en el resto de los sistemas montañosos y, quizás, en algunos altos páramos de Castilla y Aragón. A falta -todavía- de grandes temporales, bienvenida sea el agua por uno u otro mecanismo. 

17 de noviembre de 2017

¿Cuándo va a llover?

Antes que nada, y para evitar gasto de tiempo y no llevar a equívocos al lector que, ilusionadamente, haya abierto esta entrada, esperando encontrar la respuesta a esa pregunta, debo decir que, lamentablemente, no va a encontrar aquí una respuesta concreta. Sí la pongo como título es porque refleja la gran cuestión que hoy está en la conversación de muchísimas personas, en los medios de comunicación y en las redes sociales. 

He notado que, en el fondo de esas conversaciones y comentarios, late una cierta decepción y un punto de tristeza al constatar que, en una época de tantos avances científicos y tecnológicos, la meteorología no pueda aún ofrecer una respuesta concreta más allá de unos días vista, al menos para nuestras zonas geográficas. La complejidad del sistema Sol- Océano-Atmósfera, es tanta que, aunque cada vez conocemos un poco más,  no es suficiente todavía para modelizarla adecuadamente de modo que podamos obtener predicciones más certeras. Y a ello hay que unir la propia naturaleza caótica de la atmósfera con la necesidad de establecer siempre predicciones de carácter probabilístico. Todo ello hay que explicarlo con sencillez y asumirlo al igual que también asumimos con satisfacción la espectacular mejora de las predicciones a corto y medio plazo durante los últimos 15 o 20 años. 

Sin embargo, la constatación de esta dificultad predictiva así como la del conocimiento del carácter cíclico de las sequías en la cuenca mediterránea, no parece que aún hayan convencido del todo a los distintos responsables para tomar medidas más eficaces sobre la gestión del agua. Ya en primavera, a la vista de la situación en aquel momento, comentábamos las dificultades que íbamos a experimentar si el otoño venía seco, como así está siendo. No veníamos ya de una situación de superávit hídrico: si tomamos los datos de los informes publicados en los últimos años por AEMET, cabe recordar que el último año con carácter de "muy húmedo" fue el 2010 (el único que ha habido hasta el momento al menos desde 2005). Después, 2011 y 2012 fueron secos, 2013 y 2014 aproximadamente normales, 2015 muy seco, 2016 normal y 2017....ya vemos como se está comportando. 

Pero, más allá del carácter concreto de cada año en los que se refiere a valores absolutos de precipitación, es muy importante tener en cuenta dos cosas más. La primera es la importancia que tiene el "cómo llueve", es decir, si esas lluvias son las más adecuadas para rellenar acuíferos y embalses y ayudar a la agricultura o bien su distribución irregular durante el año y/o su torrencialidad no las hace las más adecuadas, como en buena medida viene ocurriendo. Por otra parte, el carácter cálido o muy cálido predominante de estos últimos años está favoreciendo mucho evaporaciones y evapotranspiraciones contribuyendo así de un modo notable al déficit hídrico. 

Y no nos puede servir de mucho consuelo pensar que, de acuerdo con las proyecciones climáticas, las lluvias, aunque disminuyendo, lo harán de forma muy pausada. Aún en el caso de que eso sea cierto, lo que sí parece muy probable es que su irregularidad o torrencialidad y la acusada evaporación se mantengan o incluso puedan aumentar. Ante este panorama creo que debe ir abandonándose, o al menos matizádose mucho, ese comodín de que las sequías son cíclicas en el área mediterránea y de que, al final, siempre llueve. Más bien deberíamos asumir la alta probabilidad de que nuestros recursos hídricos van a ir siendo menores por las causas expuestas. Y desde esa asunción, planificar a largo plazo una adecuada gestión hídrica si no queremos vernos en serias dificultades. 

En cualquier caso, si algún lector ha llegado hasta aquí, creo que merece que hagamos algún intento de acercamiento, más que de respuesta, a la pregunta que da título a esta entrada. Pues bien, si consultamos los mapas probabilísticos del Centro Europeo, vemos que entre mediados y finales de la próxima semana algunas vaguadas atlánticas pueden acercarse al oeste peninsular y provocar lluvias en el noroeste y puntos de la mitad oeste.  En cualquier caso la incertidumbre es bastante alta y todavía podría haber cambios en uno u otro sentido.
Predicción probabilista del Centro Europeo para el sábado 25 de noviembre. La configuración del modelo determinista facilitaría la aparición de lluvias en la vertiente atlántica, pero los fuertes tonos morados al oeste nos indican todavía bastante incertidumbre, de modo que la vaguada o borrasca fría pudiera quedarse al oeste peninsular y provocar una entrada cálida sobre la Península Ibérica.

No son muy optimistas tampoco los mapas de predicción del mismo Centro para las próximas tres semanas, ya que siguen apuntando a anomalías cálidas y secas sobre nuestras zonas. Y es muy preocupante porque, de cumplirse, noviembre podría acabar muy seco y con él, el trimestre otoñal. 

Anomalías de precipitación y de temperaturas para la semana del 20 al 26 de noviembre. Lluvias en general por debajo de lo normal salvo en el oeste-noroeste peninsular donde serán normales y temperaturas en todas las zonas, por encima de los valores normales. 
Anomalías para el 27 de noviembre al tres de diciembre y del 4 al 10 de ese mismo mes.  Las precipitaciones van tendiendo a la normalidad en la mitad norte y las anomalía cálida se va debilitando. 

Nos toca confiar ahora en el invierno. Aunque es verdad que, en general, el otoño es siempre más lluvioso que el invierno, ha habido algunos de éstos que nos han ofrecido sorpresas interesantes. Recordemos por ejemplo el año 2009 cuando, tras once meses secos o muy secos, la segunda quincena de diciembre fue especialmente lluviosa, algo que se prolongó durante enero y febrero de 2010. ¿Pasará así en esta ocasión? Es posible, pero, al menos desde la meteorología "ortodoxa", no lo sabemos. Ojalá sea así. Lo que sí sabemos es que en una sociedad actual no podemos ligar solamente nuestro bienestar a esa idea, desde mi punto de vista muy peligrosa, de que "al final siempre acaba lloviendo".

20 de octubre de 2017

Ophelia, el fuego y la lluvia

En mi entrada anterior me refería al interesante y relativamente extraño proceso de formación del huracán Ophelia y de su trayectoria hacia el occidente europeo. Al mismo tiempo expresaba mi convencimiento de que cada vez debemos estar más atentos a los desarrollos y trayectorias de las circulaciones ciclónicas tropicales y subtropicales y, en general, del comportamiento del chorro subtropical en nuestra área geográfica.


Imagen del canal 5 (WV) de Meteosat a las 19 UTC del sábado 14 de octubre. Se ve claramente a Ophelia a mucha distancia de la Península Ibérica

Pues bien, una vez que la profunda borrasca extratropical en que, finalmente, se convirtió Ophelia se ha desvanecido en el seno de la atmósfera, me parece interesante incidir sobre dos consecuencias relacionadas con ella en mayor o menor medida, que me han llamado la atención y que  nos han afectado en los últimos días. Una, la ocurrencia de los incendios en el noroeste peninsular. La otra, las fuertes lluvias que siguieron en gran parte de la Península, provocando una rotura muy transitoria del régimen anticiclónico en el que llevamos instalados de forma casi permanente. 

Por lo que se refiere a los incendios, antes de nada, me parece importante recordar el escenario general ambiental en el que se desarrollaron y que queda en buena parte reflejado por el mapa del Standard Precipitation Index (SPI) de octubre de 2016 a septiembre de 2017, y que nos da una idea de la escasez de lluvias en ese periodo: 


Los colores "cálidos" aparecen en zonas de déficit de precipitación respecto a valores normales desde octubre de 2016 a septiembre de 2017. Impresiona la situación del noroeste peninsular

En cualquier caso, la escasez de lluvias en el noroeste peninsular viene ya de largo, como puede verse en este otro mapa de SPI correspondiente al conjunto de los tres últimos años. 

Entre octubre de 2014 y septiembre de 2017, el déficit de precipitación se extendió por todas las zonas aunque con mayor intensidad en el noroeste y nordeste. 

Pues bien, en ese contexto de extrema sequedad, ocurrió el fuerte remonte  de aire tropical, cálido y seco, del suroeste que afectó desde mediados de la semana pasada a la Península, y que lo hizo con mayor incidencia en el tercio occidental de la misma, tal como se ve en este mapa del Centro Europeo.


Topografía de 500 hPa y campo térmico a 850 hPa del sábado 14 de octubre a las 12 UTC (fuente: Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo)
Y fue en este escenario cuando durante la tarde-noche del domingo 15,  huracán Ophelia, ya en plena transición extratropical, pasó a no gran distancia de las costas occidentales peninsulares produciendo un aumento del viento cálido y seco, facilitando el traspaso del peligroso umbral 30-30-30 en las regiones del noroeste. Unas condiciones que han ocurrido en Galicia en más ocasiones, pero supongo que no tantas en octubre y tras una escasez de lluvias tan prolongada.



A las 19 UTC del 15 de octubre, 24 horas después de la imagen anterior, y cuando los incendios surgían con gran intensidad en el noroeste peninsular. Ophelia pasaba cerca de Galicia y provocaba sobre estas zonas una notable entrada de aire tropical al menos en la troposfera media, con un claro aumento del viento en superficie. 

No soy muy experto en incendios forestales pero creo que, en esas condiciones, las chispas procedentes de pequeños fuegos, voluntarios o involuntarios, pudieron prender con facilidad en piñas o ramas de árboles que el fuego transportó a gran velocidad y con tremenda eficiencia.

Sin embargo, sí hay un detalle meteorológico que probablemente no tuvo ninguna relevancia en el rápido desarrollo y propagación de los incendios pero que sí quiero comentar por si alguien experto en su dinámica le puede resultar interesante. En las imágenes de algunos canales de Meteosat, muy especialmente, en el 6 y en el 9, se observa sobre Galicia, aunque con cierta dificultad, una nubosidad típica de ondas gravitatorias. No se generaron allí sino que se vinieron propagando a lo largo del día 15 sobre la primera banda o filamento nuboso  que se acercaba desde el océano.


En esta imagen del canal 6 de Meteosat correspondiente a las primeras horas de la noche del día 15, se observa como Ophelia  está completando su transición extratropical cerca de Galicia, al tjempo que advecta sobre el occidente peninsular una masa de aire tropical relativamente húmedo en los niveles troposféricos medios. En el seno de esa masa, y al menos sobre la mitad oriental de Galicia, se observan esas nubes transversales, típicas de ondas gravitatorias. 

Ese tipo de estructuras conviene tenerlas en cuenta porque, a veces, su rotura provoca movimientos verticales del aire que puede producir reventones cálidos o, al menos, cierta turbulencia. No tengo ninguna constancia de que ello ocurriera, y casi con toda seguridad fue el viento en aumento el responsable de la rápida propagación del fuego...pero me parecía interesante reseñarlo. 

Por lo que se refiere al temporal de lluvias fuertes que nos afectó a continuación he de confesar que me "chirriaban" un poco algunas expresiones que apuntaban a que Ophelia podía abrir el paso de las borrascas atlánticas hacia la Península. Sin embargo, vista la evolución de las topografías de 500 hPa de los días 16 al 19, sí que considero la posibilidad de que pudo ser la interacción de Ophelia con la vaguada del chorro polar  la que forzó a la circulación a reestructurarse, dando lugar a que la vaguada que venía a continuación se frenara, se estrechara después y, finalmente, acabara dando lugar a la dana que nos ha acaba de afectar.  Esa evolución puede verse en los siguientes análisis de las topografías de 500 hPa:



Análisis del 16 de octubre a 00 UTC. La vaguada con la que ha interaccionado Ophelia se encuentra al noroeste de Galicia. Una segunda vaguada del chorro polar la sigue en pleno Atlántico. 

Análisis del 17 de octubre a 00 UTC. La segunda vaguada ha bajado de latitud y se acerca al noroeste peninsular


Análisis del 18 de octubre a las 00 UTC. La vaguada se estrecha, al tiempo que avanza muy lentamente hacia el este.


Análisis del 19 de octubre a las 12 UTC. La vaguada ha dado ya lugar a una dana sobre el interior peninsular.

Tiende a reafirmarme más en ello, el hecho de que, tras su paso, la gran dorsal norteafricana se vuelve a extender sobre España y parece que va a seguir haciéndol0 al menos hasta fin de mes. Sin embargo, a favor de que Ophelia no hubiera intervenido significativamente, está el hecho de que la dana se haya formado en unas fechas climatológicamente muy proclives para procesos de este tipo  en nuestra zona. 

De una forma u otra, supongo que no tendremos que esperar a una nueva interacción de alguna estructura tropical o subtropical con el chorro polar para que vuelvan las necesarias lluvias. En cualquier caso, y como apuntaba anteriormente, creo que debemos estudiar, conocer y vigilar cada vez más la atmófera tropical y subtropical, esa atmósfera que parece ascender cada vez más hacia el norte.





11 de octubre de 2017

Ciclones tropicales y España

Seguimos instalados de forma casi permanente en el seno de una masa de aire tropical o subtropical que mantiene durante el día un ambiente prácticamente veraniego. Al mismo tiempo, la circulación del chorro polar se mantiene muy alta, de forma que las ondulaciones profundas del mismo -y que pudieran dar lugar a danas- no llegan a nuestra zona geográfica. Todo ello está dando lugar a un otoño, no del todo desconocido, pero sí bastante atípico, tanto por la práctica ausencia de lluvias con problemas ya serios de sequía y de suministro de agua, como por los curiosos récords de temperaturas máximas alcanzados. Y todo ello en el contexto de un año que apunta, una vez más, a ser el más cálido o uno de los más cálidos de los registrados hasta ahora en España.

Sin embargo esa atmósfera tropical, que poco a poco va subiendo de latitud en el hemisferio norte, no es una estructura estática sino que tiene sus propios vórtices o estructuras ciclónicas de mayor o menor entidad provocadas por circulaciones del chorro subtropical o por otras que no llegan a tener características de chorro.  Un ejemplo de ello ha surgido estos días con la formación del la hasta ahora tormenta tropical Ophelia algo al sur del archipiélago de Azores. 

A diferencia del proceso típico de formación de estas estructuras, que suele estar unido a la presencia de ondas del este circulando en latitudes más meridionales, en este caso, el desarrollo está teniendo lugar bajo el núcleo de una dana. Ésta le proporciona aire frío en niveles medios-altos que alimenta y mantiene una potente actividad convectiva y una casi total ausencia de cizalladura. En esta situación esa potente convección da lugar a descensos de presión en superficie que, si se mantienen en el tiempo, originan una débil circulación ciclónica que pasa a ser depresión y luego, como en este caso, evoluciona a tormenta tropical y a huracán. 

La tormenta tropical Ophelia a las 06 UTC de hoy 11 de octubre y a punto de convertirse en huracán de categoría 1

La evolución de este tipo de situaciones puede ser básicamente de dos tipos, ligados a su vez a la evolución de la propia dana: o bien acaban desapareciendo en pleno océano por debilitamiento de la convección ligada al debilitamiento de su dana madre, o bien la siguen en su desplazamiento en el caso de que sea captada por alguna circulación del chorro polar o  subtropical. 

En el caso de Ophelia todo parece indicar que va a ser una vaguada algo más profunda del chorro polar la que va a arrastrar a la dana en su zona delantera, al tiempo que la debilita y la hace desaparecer englobada en su propia circulación.

Topografía de 500 hPa prevista por el Centro Europeo para las 00 UTC del sábado 14 de octubre. Puede verse al sur de Azores la pequeña dana que da soporte a Ophelia y el acercamiento de la vaguada del chorro polar que la va a conducir hacia zonas cercanas a Galicia al tiempo que la absorbe en su circulación. Ello contribuirá a la transformación de Ophelia de ciclón postropical a borrasca extratropical.

De esta forma, Ophelia va a ser conducido hacia zonas marítimas cercanas a Galicia sin que en este momento sea posible conocer de una forma determinista que áreas concretas van a ser afectadas, algo que conduce, por supuesto, a establecer una vigilancia continuada y a la emisión en su caso de los correspondientes avisos. Por otra parte, además de la trayectoria concreta que pueda seguir, hay que estar muy al tanto a la profundización e intensificación que, según algunos modelos, podría experimentar en su viaje hacia nuestra zona y que podría ser debido -aunque es algo que habría que estudiar con más detalle- a su interacción con la zona baroclina de la vaguada que lo arrastra. 

La situación de Ophelia al oeste de Madeira prevista para las 00 UTC del sábado 14 de octubre.

Situación de Ophelia a las 00 UTC del lunes 16 de octubre. Puede observarse la gran profundización que ha experimentado y que puede estar relacionada con su transformación a borrasca extratropical pero que, en cualquier caso, hay que vigilar muy de cerca. 

En cualquier caso, en lo que me interesa detenerme un poco más es en la génesis de este ciclón. La formación de estructuras de este tipo en el seno de danas en latitudes medias no es algo desconocido. Están bien documentados casos tanto en pleno Atlántico (recordemos entre otros el caso de "Vince" casi en estos mismos días del año 2005), o incluso en el Mediterráneo bajo la forma de "medicanes" y de una manera al menos todavía muy anecdótica en el Cantábrico bajo el nombre, probablemente prematuro, de "biscane", tal como puede verse en este artículo recientemente publicado en la revista Weather.

Si volvemos al caso actual, de desarrollo atlántico, me parece muy interesante profundizar un poco en el origen de la, en principio, dana que ha permitido el nacimiento de Ophelia. Si se examinan las imágenes hemisféricas del canal de absorción de vapor de agua de Meteosat desde el día 6 hasta hoy, todo parece indicar que no proviene del estrangulamiento de una vaguada del chorro polar, sino más bien de la formación de una onda en el seno de un chorro -o al menos una corriente- subtropical que arranca prácticamente desde el ecuador. Da la impresión de que esa onda se cierra pronto y origina esa ¿dana? en cuyo seno se inicia la marcada convección que acabará dando nacimiento a Ophelia. 

Imagen de vapor de agua a las 06 UTC del 6 de octubre. A la izquierda de la imagen, la gran vaguada del chorro subtropical



Veinticuatro horas más tarde, a las 06 UTC del 7 de octubre se ha desarrollado con mucha rapidez una onda ¿proceso ciclogenético? en el seno del ramal ascendente del chorro


Y otras 24 horas después y a partir de un proceso que no parece ser similar al del estrangulamiento del chorro polar aparece una circulación cerrada en cuyo seno comienza a desarrollarse la potente convección que acabará dando lugar al nacimiento de la depresión tropical que acabará siendo la, hasta ahora, tormenta tropical Ophelia

¿Puede haber algo "nuevo" en este tipo de procesos que pudiera hacerlos más frecuentes o activos en el futuro?, ¿ Podrían llegar a ser un mecanismo de producción de lluvias en nuestras zonas geográficas si  sigue esta escasez de visitas de estructuras ligadas al chorro polar? 

Mi opinión es que este tipo de aparición de ondas en las circulaciones subtropicales probablemente han ocurrido siempre, si bien las observamos desde que disponemos de las imágenes de vapor de agua de los satélites geoestacionarios. Lo que cabría preguntarse es si el impacto del calentamiento global puede dar cambios en la frecuencia de su formación o en que lo hagan en distintas zonas geográficas. Pero, más allá de eso, aunque con cierta relación, lo que me parece más interesante es que el aumento de temperaturas de los océanos, y en este caso del Atlántico, puede dar lugar a una actividad convectiva, cada vez más potente, en el seno de estas estructuras. Una convección  que podría llegar a ser capaz, como en este caso de Ophelia, de dar lugar a la formación cada vez más frecuente de ciclones tropicales en zonas relativamente cercanas a Canarias y a la propia Península.

Otra cuestión es cómo podrían llegar hasta nuestras zonas desde el lugar de su formación, es decir, qué estructuras podrían conducirlos y cómo serían modificados. Pero eso ya es especular demasiado. Afortunadamente empiezan a desarrollarse trabajos científicos sobre estas cuestiones que darán luz sobre estas cuestiones que aún se mueven en el terreno de las hipótesis. 

22 de septiembre de 2017

El final del verano

Hoy, 22 de septiembre, finaliza el verano astronómico, tal como ya lo hizo el trimestre veraniego del 1 de junio al 31 de agosto. Es quizás el momento de hacer un rápido y personal balance de lo ocurrido desde el punto de vista meteorológico, así como de reflexionar algo sobre la situación actual y su posible evolución. 


Hoy, 22 de septiembre. La imagen del equinoccio
De acuerdo con las informaciones de AEMET este trimestre veraniego ha sido el segundo más cálido desde 1965, superado sólo por el del 2003 y por delante de los de los años 2015 y 2016.  


A este respecto me sorprendió mucho el comportamiento de junio con una anomalía de nada menos de 3º sobre la media de 1981 a 2010. En el recuerdo permanece ese periodo de temperaturas muy elevadas, que pudo ser considerado como "ola de calor" al menos entre los días 13 al 21, y con la superación de distintos récords de temperatura en muchos observatorios. Ello le convirtió en el junio más cálido desde 1965 y, junto con otras situaciones parecidas, es coherente con los resultados de algunos estudios que indican claramente cómo en España el verano va invadiendo poco a poco a la segunda mitad de la primavera.

Julio también fue cálido pero no de una forma tan exagerada, ya que la anomalía fue de 0,9ºC. Aunque se dieron dos o tres periodos de temperaturas muy altas, sólo puede considerarse como ola de calor el comprendido durante los días 12 al 16. En él se registraron las temperaturas más altas de todo el verano siendo la más alta la de 46,9ºC observada el día 13 en el aeropuerto de Córdoba. Cabe recordar que ello dio lugar a un debate sobre si este dato constituía el récord absoluto de temperatura máxima en España, unido a la cuestión de cómo deben considerarse y usarse los datos de la red secundaria de observación. 

Ya en los últimos días de ese mes de julio comenzó el acercamiento a la Península de una vaguada atlántica en fase de estrechamiento que provocó, nada más comenzar agosto, una marcada entrada de aire africano con una gran elevación de las temperaturas, muy acusada en el área mediterránea. La aparición de fenómenos mesoescalares tales como reventones cálidos y efectos foehn ligados a la marcada circulación del sur-suroeste sobre esta zona,  contribuyeron a otra superación de récords térmicos en algunos observatorios de Baleares. Esta situación, que se prolongó durante algunos días de agosto, dio lugar a un nuevo periodo de ola de calor entre los días 3 y 5. Después sucedieron algunos altibajos aunque predominando el calor, de modo que este mes se caracterizó finalmente por una anomalía positiva de 1ºC. 

Por lo que respecta a las lluvias, la precipitación media ha sido de 79 mm,  muy ligeramente por encima del valor medio que es de 74. En cualquier caso, al estar originadas por la actividad tormentosa con distribuciones e intensidades tan irregulares, no es un dato que pueda considerarse muy relevante y que para nada mejora la grave situación de sequía de gran parte del territorio español. De todos modos no se pueden olvidar algunos episodios de tormentas muy fuertes, tales como las que afectaron a amplias zonas del centro peninsular durante los días 6 al 8 de julio y que dejaron como registro de lluvia más elevado 98 mm en Cuenca el día 7. 


Durante la tarde-noche del 6 de julio y la madrugada del día 7 se produjeron en la zona centro fuertes tormentas, tal como muestra esta foto obtenida a las 2,30 h de la madrugada del día 7 en Toledo por Victor Sanchez Infantes

En septiembre, primer mes del trimestre otoñal, la atención meteorológica se ha orientado fundamentalmente hacia la gran actividad de huracanes que se registra en la cuenca atlántica y que se están caracterizando por su intensidad y también a veces por su tamaño. 



Imagen obtenida por el satélite GOES-16 el 8 de septiembre. En ella aparecen tres huracanes. A la izquierda, Katia, en el centro Irma y a la derecha José (foto: NOAA)

Como no podía ser de otra manera ello ha dado lugar a un recrudecimiento del casi eterno debate sobre sí el cambio climático está siendo responsable de ello. Hay que esperar a los resultados de estudios de atribución que se están llevando a cabo pero, en cualquier caso, ya se han manifestado opiniones para todos los gustos. Sigue predominando la idea de que océanos más cálidos no deben originar en principio más huracanes, pero si hacerlos más potentes. Sin embargo, las opiniones son en general cautas debido a la dificultad de saber cómo van a evolucionar en el contexto del cambio climático las circulaciones del chorro polar y sobre todo del subtropical, responsables de la aparición de una mayor o menor cizalladura vertical que es el otro factor verdaderamente importante en el desarrollo de los ciclones tropicales. Y ello, sin profundizar en cuáles pueden ser los cambios en las corrientes oceánicas, ligados a oscilaciones de mayor escala temporal, y que pudieran conducir a reubicaciones o expansiones de las aguas marinas más cálidas.

Ya en nuestras zonas la preocupación por la falta de lluvias se acentúa dada la situación de grave sequía que afecta a muchas zonas y que se viene prolongando desde al menos tres años como puede comprobarse en los mapas del índice de precipitación estandarizado para varios periodos que se muestran en la web de AEMET. 


Mapa del índice de precipitación estandarizado (SPI) calculado desde septiembre de 2016 a agosto de 2017. Todas las zonas muestran una clara falta de precipitaciones excepto las zonas mediterráneas del Sureste donde cabe recordar que gran parte de  ellas tuvieron carácter muy fuerte y fueron muy concentradas en el tiempo.

Dado que septiembre no parece que nos vaya a dar ya lluvias importantes sino más bien tiempo seco con temperaturas diurnas relativamente elevadas sólo cabe esperar al comportamiento del resto de meses otoñales. si bien las predicciones estacionales obtenidas por distintos modelos no coinciden demasiado, las elaboradas por el Centro Europeo, tras apostar por una tendencia más bien seca en octubre -que no significa necesariamente ausencia de lluvias intensas, concentradas y peligrosas en el Mediterráneo-, apuntan hacia unos meses de noviembre y diciembre con lluvias por encima de la media. 





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Y ello dentro de un escenario en el que el fenómeno de La Niña parece haber ya comenzado casi de forma sorpresiva. No sabemos realmente de una forma clara -aunque muchas conjeturas se han expuesto- el tipo de tiempo que esta evolución periódica pueda dar en Europa occidental, del mismo modo que también se ha especulado mucho sobre cómo puede afectar al otoño-invierno europeo una marcada actividad ciclónica en el Atlántico. 


Si bien con grandes diferencias en cuanto a su intensidad, hay un consenso generalizado en la presencia de La Niña durante los próximos meses ¿Cómo afectará a España?

En cualquier caso, y desde un punto de vista climatológico, siguen -tienen que seguir- las esperanzas puestas en octubre y noviembre ya que, como los estudios científicos parece también demostrar, las precipitaciones más significativas en nuestras zonas tienden a ocurrir más en otoño que en primavera. 

Por tanto, fin del verano y a la espera de que octubre empiece a mostrar sus cartas. ¿Estamos preparados si aparecen lluvias violentas? ¿Se limpiaron cauces y ramblas? ¿Se ha hecho, o está prevista alguna campaña de concienciación sobre potenciales riesgos fundamentalmente  en el área mediterránea?




23 de agosto de 2017

Posibilidad de lluvias intensas mediterráneas: ¿estamos preparados?

La circulación atmosférica sobre España tiende a cambiar a partir  ya del jueves o viernes con la instauración de una vaguada al oeste de España. Dará lugar a vientos del suroeste algo difluentes sobre la Península posibilitando así la aparición de chubascos y algunas tormentas e iniciándose una clara suavización de las altas temperaturas de estos días. 

Existe una marcada posibilidad de que esa vaguada se cierre dando lugar a la formación de una dana que, entre el domingo y lunes, podría situarse en zonas favorecedoras de una extensión de las lluvias a amplias zonas, existiendo el riesgo de que sean muy intensas en zonas mediterráneas todavía imposibles de precisar.

 Hoy por hoy no se puede ir más allá de lo que nos ofrecen los mapas de predicción probabilística. Así en el previsto de 500 hPa para la madrugada del lunes puede verse como el modelo operativo del Centro Europeo coloca la dana en una posición muy favorable para la aparición de esas lluvias, si bien las zonas de color morado indican cierta indefinición sobre su ubicación definitiva. De hecho existe la posibilidad, y así ha ocurrido en otras situaciones, que se desplaze más hacia el Atlántico y lo que provoque sobre la Península sea al final una entrada de aire cálido y seco. Pero, hoy por hoy, no parece lo más probable.

Mapa probabilístico de 500 hPa generado por el sistema de predicción probabilística del Centro Europeo para la madrugada del lunes. El modelo operativo (líneas azules muestra a la dana en una posición propicia para generar lluvias intensas. Los sombreados morados indican zonas de mayor incertidumbre. La dana podría desplazarse hacia el oeste dando lugar sólo a una advección de aire cálido sobre la Península. El movimiento en una otra dirección podría estar subordinado en buena medida a la mayor o menor profundización de la vaguada del chorro que discurre más al norte, algo sobre lo que existe una cierta incertidumbre. Pero el riesgo está ahí y es cuantificable. 

De todas formas, en esta ocasión, no es mi intención profundizar más en los detalles meteorológicos de la situación. Creo que la simple posibilidad de su formación nos debería llevar a preguntarnos sí estamos preparados para recibirla, y es en ésto en lo que quiero incidir. 

A cuatro días o cinco días antes de que esa situación pueda producirse, las preguntas que me hago son: ¿están cauces y ramblas limpios y preparados tras el seco verano para posibles avenidas relámpago? Y, por otra parte, aunque todavía no haya llegado el momento de que AEMET emita sus posibles avisos, ¿convendría ir informando por los medios de la posibilidad de estas lluvias y de los posibles riesgos asociados? ¿Ayudaría un adelanto en la información  en la toma de precauciones por la población y, sobre todo, para  la adopciòn de acciones de prevención que puedan llevar un tiempo realizarse? ¿O es contraproducente por poder generar posibles confusiones o "devaluaciones" de la información al hacerse con ese adelanto?

Por tanto, ¿cuál sería el equilibrio entre la probabilidad de ocurrencia y los "tempos" de aviso al público? ¿Cómo habrían de comunicarse esas informaciones para que ese público no confunda tiempos y mensajes? Estas son, a mi juicio, algunas de las preguntas sobre las que debería hacerse una reflexión multidisciplinar en el marco de la que creo muy necesaria revisión en profundidad del plan de avisos meteorológicos.

Y para finalizar, sin esperar todavía contestaciones y pidiendo excusas por la insistencia...¿están ramblas y cauces preparados? ¿Es el momento de ir haciendo al público consciente del posible riesgo?